Hundida en tus recuerdos, en tus pensamientos, en las conversaciones imaginarias, esas que nunca tuvimos que aun yo recuerdo. Hundida en los besos que no me diste y siempre esperé que sucedieran, hundida en esas caricias que me brindé yo misma.
Hundida en esos sueños que nunca se cumplieron, hundida en esas ganas de que grite mi alma, hundida en esas ganas de meterme en una caja, en un rincón, estando sola conmigo y todo eso que siento, aún en contra de mi claustrofobia que se anula al no haber muerto permaneciendo en este hueco. Hundida en éstas ansias por lanzar cosas y ver como sufren ante la pared inerte. Hundida en mi y en ti. Hundida, simplemente y sin salida.
Hundida pues, porque mi escalera eres tu y no estás. Hundida hasta que me de cuenta de que en esta habitación oscura solo hace falta buscar el botón para encender la luz y ver que la puerta está enfrente. Mientras tanto seguiré en mi oscuridad, en mi silencio, sola conmigo y todo lo que me hunde al miedo a encender la luz.